Entender que en una crisis sanitaria la legalidad debe ser más laxa a la realidad, no es un acto fácil, porque siempre hay quien da vueltas a la glorieta hasta encontrar el bache en la medida. Es egoísmo, no encuentro otra explicación. Sin embargo, aplicar medidas legales sin explicar ni entender qué se hace, tampoco tiene éxito.
El caso más claro es la famosa aplicación “¿Fracaso u olvido?”. A día de hoy cuenta con millones de descargas pero, ¿cuántas de ellas están a día de hoy en los teléfonos instaladas? Lo que prometía ser el futuro, ha quedado en un suceso sin importancia. También es culpa nuestra, era evidente que estaba abocada al fracaso. Si he visto a gente que no se lavaba las manos tras realizar sus necesidades en el baño de un restaurante, su criterio con la aplicación no va a cambiar.
Tanto como la tecnología no ha podido facilitar datos sobre el riesgo, tampoco se han arraigado las costumbres como la ventilación, lavado de manos, uso de mascarillas o, simplemente, la cordura. Medidas que disminuyen el riesgo. Básicamente se define en que las costumbres pueden más que el miedo. No es tan fácil cambiar un pequeño detalle si no se percibe el riesgo, a pesar de que el riesgo siga presente. Porque cerrar los ojos, no hará que desaparezca.
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