Los últimos días han estado alborotados, especialmente para el SARS-CoV-2, porque se intuye, no se asegura, que pronto se igualará la guerra. Es habitual encontrar informaciones a favor y en contra de cualquier tema, pero no lo es tanto que los detractores vayan en aumento, cediendo ante las conspiraciones.
Para entender en qué consiste probar un fármaco, debemos ir a la base. ¿Cómo se hace? Se piensa, se calcula y se hacen pruebas en un laboratorio. Pero todo eso, además de imaginarlo, ya ha pasado. Porque todos piensan que es fabricarlo y embolsar dinero, pero no es tan fácil, aunque haya antecedentes en la historia.
Si la parte inicial implica costes altos entre salarios, pruebas, errores, aciertos y un largo etcétera de imprevistos de posibilidades, la parte final no está lejos. No es igual lo que se piensa en un despacho que aquello que sucede en el cuerpo humano.
Ya se oía que si la vacuna tal se había parado, si la pascual había tenido un problema… Es normal, si todo saliera bien a la primera, los aviones serían eléctricos. Sin embargo, parar un proceso no es malo, es bueno, realmente bueno. Cuando hay un buen control se mira cualquier detalle. Y así pasó. Es mejor pausar una semana para evaluar lo sucedido a pensar que es un evento ajeno al proceso. Pero ahora llegan los ensayos clínicos a España. Afortunadamente, tienen control y todos nuestros ojos observando.
Yo participé en dos ocasiones con diferentes medicamentos. Te evalúan, te controlan y, finalmente, te pagan. Tú tienes que notificar cualquier incidencia. En eso consiste. Aquellos se realizaban por gente ajena al sistema de producción, aunque con supervisión del mismo. Casi todo es secreto, no sabes si te dan placebo o medicamento y solamente se desvela si hay una incidencia. Al final, quien evalúa, abre la Caja de Pandora del proceso para ver si las reacciones han sido reales o no, si ha sido efectivo o, si por el contrario, no ha servido de nada.
Porque todo es posible.
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